Hay muchas cosas que últimamente tengo que me están haciendo
ruido, que vengo tratando de acomodar en mi mente a modo de que vuelva la paz.
Todo me irrita, aunque la verdad es que lo de afuera no es lo que origina mi
irritabilidad, sino que son las cosas que están sucediendo dentro de mí las que
hacen nacer el dragón malhumorado en mí.
Tengo 30 y pico de años, y por primera vez, en mucho tiempo,
me estoy planteando en comenzar a “amigarme” con la posibilidad de que puedo
quedarme soltera. Ojo, no lo estoy diciendo con el llanto desgarrado de Grecia
Colmenares, ni como una víctima, pero tengo que ser “realista” de que encontrar
a alguien que me cuadre por todos lados es bastante difícil. Puede ser que yo
sea muy difícil, puede ser mi edad, puede ser la realidad que vivimos, pueden
ser un montón de cosas, pero al final del día, todo se resume en algo: Está difícil.
La primera reacción que tuve al pensar en esto, es que es mi
culpa. ¿Culpa de qué? Ah, no sé, pero seguro es mi culpa. Debo ser una católica devota no reconocida, ya que me gusta tanto la culpa.
Eso me llevó a ir un
poco más atrás y darme cuenta que siempre es sencillo pensar que soy el
problema, que algo malo tengo, o que hago las cosas mal, o cosas similares a
estas, por que, ¿qué es fácil? Pensar mal de nosotras, porque el amor propio es una de las tareas en la cual, mas de una vez en la vida, metemos la pata terriblemente.
Este último tiempo estuve con alguien con el cual, las
condiciones no estaban dadas para que estemos juntos, por ende, desde un
principio, fue remar contra la corriente (primer signo de que algo no está
bien). Las cosas podrían haber ido mejor, pero él debía tomar decisiones sobre
su vida, para lo cual sentía mucho miedo de tomarlas, lo que originó que la
situación sea insostenible y la cuerda se termine cortando (segundo signo). Sin
embargo, me sentía culpable, de que esto no hubiese llegado a buen puerto y me
encontré pensando en miles de opciones para poder arreglar lo que estaba
sucediendo, cuando la respuesta a todos mis intentos eran una sola: “Si él
quisiera, lo haría”. Y ahí, zas! Sentís el primer puñetazo en el pecho. ¿Acaso
de no soy suficiente? ¿Qué tendré que hacer para que quiera? Y así, miles de
preguntas se forman en esa parte del cerebro que no funciona muy bien, porque
duele dejar ir a alguien que queres. Pero, poniendo todo sobre la mesa, la
pregunta del millón es: ¿Realmente, está en vos hacer algo? Para contestarme
eso, primero me pregunté que sentía, y la verdad es, que siento que hice mucho.
Lo quise (mucho), aguante sus
circunstancias (mucho), hice tripas (mucho) corazón más de una vez , le dije
todo lo que sentía (mucho) y estaba más que dispuesta a jugármela por él
(mucho).
Entonces, ¿Tendría que hacer algo? Salvo que le consiga
huevos, no, la verdad que no. Pero esto mismo, se linkea con el inicio del
texto, porque al ver que esto no llegó a buen puerto, me empiezo a preguntar
que tiene el destino preparado para mí. Me es muy difícil creer o conformarme
con poco, por el solo hecho de no estar sola. También es verdad que siento “miedo”
de este proceso de aceptar que tal vez, estar sola sea lo que el destino quiera
para mí, y no deja encerrar cierta tristeza que eso sea lo que suceda. “Lo que
sucede, conviene” y quiero creer en eso, de verdad que sí, aunque ahora me
estaría costando un poquito hacerlo.
No me auto-condeno si me quedo soltera, aunque reconozcamos
que es bastante difícil (no imposible) hacer las paces con eso. Tal vez, ahora
comienza un nuevo viaje para mí, que es la aceptación y el siguiente disfrute
que provee el aceptar.
Esto de madurar, a veces, es un dolor de ovarios.