Mi ex y yo tenemos unas ocupaciones que nos llevan a rozar
los mundos cada dos por tres. Luego de que me separé, tomé mi mundo y lo cerré
bajo 7 llaves, a fin de evitar el mal trago de tener que coincidir en un mismo
ámbito y tener la mala suerte de verlo, bancarme su presencia o peor: que mi reacción
al verlo me deje presa: no sería algo muy bueno, para mí, verdad? No. La verdad
que no.
Hace un tiempo, se me terminó la época de gracia: como mi
trabajo es bastante demandante, no puedo andar delegando todo… Un año fue más
que suficiente haciéndome la boluda, me había llegado el tiempo de volver a
ponerme al frente de todo mi trabajo, no porque las personas en las cuales
delegué lo hicieran mal, sino que pensé: “hasta cuando me voy a seguir
escondiendo, si al fin y al cabo, no hice nada malo?”
Una buena reflexión, que tiene una verdad encerrada: ¿Por
qué esconderse? Aparte, él debería sentir vergüenza, no yo. Pero como ya
sabemos, en la teoría todo cierra, en la práctica todo es un quilombo.
No hace mucho tiempo, estaba en mi casa trabajando, cuando
veo que me llega un mail de un cliente que necesitaba ver conmigo un par de
cosas con respecto a su trabajo. Me quedé mirando el mail, había una gran
posibilidad de que si iba a esa empresa, me cruce con mi ex y su novia, lo cual
para mí, que aún sigo resentida con muchas cosas, no sería de lo más lindo. Decidí
pensarlo un rato, sopesarlo bien, para no arrepentirme después.
Seguí trabajando. A medida que pasaba el día no sé por qué,
ni por cuanto, pero personas de mi entorno, me empezaron hablar del sorete.
Raro, porque justo esas personas que me hablaron de él eran las más reacias a
hacerlo en su momento. Sin embargo, ese día, consecuencia de algo que jamás
sabré, decidieron que deberían contarme lo sucedido último con el soretín.
No hay nada más tremendo, cuando estas tratando de olvidarte
de alguien, que alguien venga y te actualice la información. En mi caso, es
como que me traen todo el dolor, la bronca, y la imagen de él a mi mente:
Cuando me enteré del engaño o cuando los vi juntos de nuevo. Lo que sucede,
luego, es que esas imágenes se quedan aferradas a alguna parte fallada de mi
cerebro y me ponen de mal humor, sin contar, que me nace la curiosidad de
entrar a su instagram o Facebook para ver en que anda, lo que significaría
suicidarse emocionalmente. (No sé porque nos nace esa "necesidad" de espiar la vida del otro: Sabemos que nos va a ser mal, pero aún así queremos saber. Es curiosidad o estupidez? Siempre me inclino por la segunda opción. Saber o ver algo de ellos, siempre me produce lo mismo, y perdón por lo que voy a decir, pero, me da cagadera. Tal cual. Es raro, pero me da eso.) Por ende, hago un esfuerzo y me convenzo a mí misma
de bajar el arma (en este caso el dedito), sacar el seguro (es decir, no
tipear) y retirarme lentamente (alejarme del dispositivo electrónico que esté
usando).
Algunos dirán: “Todavía?!” Sí. Todavía. Nunca negué el hecho
de ser una persona rencorosa que no olvida quien y cuando le hicieron mal. No
tengo que recordarles todo lo que sufrí, espero que no. Aun, cuando en mi
presente, estoy pasando una excelente etapa, ese dolor que en su momento tan
grande, se ha encogido, pero sigue haciendo ruido en algún rincón cerebral que
insiste en que le baje todos los dientes.
En fin. Con la maldita información actualizada, las imágenes
de un pasado, que muta a presente, martillándome la cabeza, tomé la decisión de
ir a esa reunión, aventurándome a cruzarlos. Se me hizo un nudo en la panza.
Enseguida la mente disparó miles de situaciones posibles: en algunas salía
victoriosa, en otras volvía a sufrir. Es decir, tenía un 50 y 50 de que suceda
una cosa o la otra.
Mientras me salía humo de la cabeza, me daba una puntada en
la panza, tomé el teléfono y llamé al cliente: “Ahí voy a estar” escuché que
dije. En 4 segundos, tomé la inconsciente decisión de salir de mi cueva, e iba
a volar con mi nave, demasiado cerca del sol.
La mañana de la reunión, me levanté nerviosa. Bea, como es
su genial costumbre, me hizo el aguante vía whatsapp. Me vestí con mis mejores
ropas. Me maquillé divinamente. Si me lo iba a cruzar, encima con ella, al
menos estar diosa. Aunque él sabe que me hizo mierda. Aunque yo supiera, que él
sabe, que estuve hecha mierda. No importa, el ego a veces mueve montañas,
entonces, ese día decidí alimentarlo con bulones… aunque por dentro estaba
super nerviosa.
Llegué al edificio donde se iba hacer la reunión. Antes de
entrar, me quedé parada en la puerta con mis libracos, mi cartera, mi anotador
y mi celular, mirando fijamente hacia dentro. Si alguien me estaba observando
en ese momento, seguramente debe haber pensado que me faltaban bastantes
caramelos.
Suspiré fuerte, y entré. Me anuncié, fui al ascensor, marqué
el piso al cual tenía que ir. Mientras el ascensor subía, me hablaba para
dentro, dándome coraje… Sin embargo las manos me transpiran frío.
Estaba
nerviosa. De golpe, al llegar al piso señalado, se me cerró la garganta. Las
puertas del ascensor se abrieron e hice un repaso rápido con mi vista. “No hay
moros en la costa”. Salí caminando de manera lenta y decidida, en un estado de
alerta total, con las manos transpiradas, sintiendo cosquillas en todo el
cuerpo, con las imágenes agolpándose en mi cabeza. Es imposible no preguntarme
si pensará en mí, o si se habrá arrepentido de hacerme mal. Si estará bien o
mal. Esas cosas, creo, naturales. Piensen que NUNCA MAS volví hablar con él.
Le dije a la secretaria quien era. Me hizo pasar. Vino mi
cliente. Estuvimos charlando casi una hora. Mientras, yo de espaldas a la
puerta me sentía vulnerable como nunca, cada vez que la puerta se abría el
corazón parecía atravesar el pecho de lo fuerte que latía.
Estaba tan cerca del sol, que sentía que me quemaba.
Terminó la reunión. Nuevamente volví a caminar hacia el
ascensor de manera sigilosa, siempre atenta a mí alrededor. Bajé, salí del edificio,
me subí al auto. En el auto apoye mi cabeza en el volante y respiré profundo. Después
de un año, volvía a pisar terrenos en común. Todos los recuerdos volvieron a
estar frescos, y una cierta angustia volvió a mi panza.
Ya llegando a mi casa, el sentimiento se había pasado, y
logré darme cuenta que había triunfado en mi primer vuelo en territorios
comunes luego de un año. Igualmente, esto no significa que vaya a visitar
lugares en común, salvo que sea necesario, porque realmente sigo sin querer
estar frente a frente o en un mismo lugar. Porque más allá de mi resentimiento,
sigo dolida, y verlo sería como que alguien venga a removerme el puñal. Lo que sí, en este primer viaje me di cuenta
el avance tremendo que estoy haciendo, así que tengo confianza que el sol
dentro de mí, la próxima vez, será el que queme, y no al revés.
Cocki.
No hay comentarios:
Publicar un comentario