Si lo pensaba, hubiese creído que estaba imaginando cosas. Si alguien me lo contaba, lo mas seguro es que me hubiese reído. La cuestión es que nunca pensé sentir semejante atracción, tanta química, con alguien que se alejaba kilómetros de lo que es mi tipo de hombre... Si es que tengo uno. Jamás estuve con alguien como él, y en todos los años que conozco, como dije anteriormente, nunca pensé en él de manera sexual o amorosa.
Nuestros encuentros empezaron siendo, mas que nada, con tintes sexuales. Recuerdo sus palabras el primer día que nos encontramos para tener sexo, casi a modo de escudo inviolable a prueba de titanes: “ Vos sabés mi situación, y no te puedo prometer nada, mas que esto. No podemos tomarlo en serio. Es lo que es” Y mientras lo decía, la mano le temblaba terriblemente. Estábamos sentados uno bien lejos del otro, mirándonos intensamente, los dos nerviosos, el temblando, yo pensando a una velocidad que pensé que me iba a fritar el cerebro.
Entendí lo que él me decía, y dentro de mi cancherismo, pensé que la aclaración estaba de mas. “No sé porque aclara, si yo no quiero nada mas”, pensé. En un momento, el se acercó, y comenzamos a besarnos, y es así como la urgencia se apoderó de nosotros. Estuvimos juntos, y no recuerdo haber tenido un encuentro sexual tan explosivo como ese. Todo era intenso, perfecto, con fuegos artificiales. Nos besábamos perfecto, sus caricias me erizaban todas las células del cuerpo y era tanta, pero tanta la atracción, que simplemente, cuando terminábamos, teníamos que volver a empezar.
Luego de eso, nos bañamos juntos. La ducha es un momento de gran intimidad, y no se comparte con cualquiera, con él sin embargo, me quería quedar horas. Nos acariciábamos, nos besábamos, el me lavó la cabeza de una manera tan dulce, que creo que jamás mi cabello quedó mejor. Así fuimos estableciendo un lazo, y a lo largo de nuestros encuentros, la intimidad se hacía cada vez mas fuerte, mas profunda, mas “peligrosa”
Se nos hacía cada vez mas difícil disimular nuestra atracción mutua. Nos comíamos con la mirada, planeábamos encuentros tan solo para poder darnos un beso. Chateabamos casi todo el día, haciendo nuestras conversaciones cada vez mas profundas, y cuando me quise dar cuenta, los sentimientos habían nacido, tanto de su lado, como del mío.
Si bien la pasión seguía existiendo, la misma comenzó a mezclarse con ternura y complicidad. Me llevó a mostrar mi lado mas vulnerable, a mostrarle a él lo bien que me hacía sentir, y trataba de devolverle todo ese bienestar mimándolo, preocupándome por él, y todas esas cosas lindas que nos nace cuando el querer empieza aparecer. Mi voz se suavizaba cuando hablaba con él, su mirada intensa me daba timidez y sentía que me ruborizaba cada vez que él me miraba. Y ni hablemos de la vergüenza casi infantil que me nacía a la hora de expresarle cosas que sentía. Ojo, expresaba superficialmente; porque aquello que me hacía cosquillas en el pecho, y me elevaba la temperatura corporal, lo mantenía para mis adentros, tan solo por tener miedo a expresarlo, ya que no sabía o mejor dicho, no quería ir mas allá.
De golpe, me di cuenta que lo extrañaba cuando no estaba con él. Me vi forzando tiempos para poder estar aunque sea un rato mas con él, o poder charlar con tranquilidad. Nos veíamos un rato antes de entrar a trabajar para tan solo tener un momento para nosotros, y sacábamos tareas en conjunto inexistentes para estar un poco mas cerca. Hasta cuando caminábamos, al no poder tomarnos de la mano, nos rozábamos los brazos, para al menos así, estar un poco mas cerca.
Complemente imperfecta, con magia y única. No sé si alguno de los dos estaba preparado para todo esto que nos pasó. Los dos nos dejamos llevar. Si bien, una sabe (y por dios, como lo repiten los de afuera) que el final puede ser malo, también sabemos que no todos los finales están escritos de manera determinante. Así como la relación me sorprendió, también podría sorprenderme el final. Así que si, en el fondo guardaba una cierta esperanza de que esto pudiese ser diferente, y que íbamos a poder brindarnos en algún momento todo lo que sentíamos con total libertad.
Elegí creer. Toda la situación me generaba ganas de creer, la forma en que me sentía desde que empecé a estar con él me daban ganas de creer. Verme tan... sentimiento, me inspiraba a creer. Recibí miles de palabras de desaliento, que entiendo que en su momento venían con la intención de protegerme, pero hasta cierto punto, lo sentía tan frío a esos consejos, y sentía que no estaban viendo todo lo que me inspiraba y como me ponía desde que estuve la primera vez con él. Mi parte lógica insistía en ver mas allá y me hacía dar cuenta que iba a llegar un momento en que se iba a convertir en algo insostenible, pero aún así, guardaba, lejos de cualquier escepticismo o comentario negativo, el sueño de que la historia podría darse vuelta.
Comencé a imaginar viajes a su lado, a paisajes hermosos, donde pudiésemos estar solos, tranquilos, compartiendo, siendo nosotros. Así fue como me di cuenta lo enamorada que estaba de él. Trataba de mantener la cabeza fría, aunque la verdad era que ya era tarde: estaba entregada. Dejé de ver el peligro: me aventuré a vivir todo lo que sentía, a disfrutarlo, y lo dejé crecer, quise dejarlo crecer.
Recuerdo cuando me dijo: - Pienso todo el día en vos. Te extraño, y a veces el extrañarte, me genera angustia. Es complejo que nos estemos extrañando. Sos muy linda, sabías? Tenes el enorme potencial de estallarme la cabeza.
Me hablaba y me acariciaba. Llenaba de besos toda mi cara. Me besaba y sonreía. Me abrazaba fuerte y me besaba la frente.
Así como yo era, para él era perfecta, y me lo demostraba. Era tanto lo que recibía de su parte, que me dejé envolver, y deseaba, uf, como lo deseaba, sentir eso todo el tiempo.
Estábamos desnudando el alma, estábamos siendo muy íntimos. Ya había, de alguna manera, pleaneado nuestro final, pero ante todo esto, guardaba la esperanza de que ese final se disolviera y que nosotros pudiésemos vivir nuestra historia, lo que teníamos ganas de brindarnos.
La cabeza, se había desconectado del corazón.
martes, 28 de febrero de 2017
domingo, 26 de febrero de 2017
Primera parte: Introducción
Toda historia cuenta con tres partes: Una introducción, un nudo y un desenlace. Cuando algo triste o movilizador me pasa, me es necesario volcarlo por escrito, contar la historia; es una forma de amigarme con lo que pasó, y poder sacar afuera todo lo que me está revolucionando dentro. Lo que me pasó con C, no es la excepción. De a poco me voy depurando, y si bien, sé que las historias también están vivas y pueden mutar, así que vamos a dejarle un final abierto... porque una nunca sabe lo que puede suceder.
Esta es la primera parte, la introducción:
Algo tan común, tan sencillo: papel film. Nunca recuerdo como fue la charla, ni tampoco recuerdo como nos terminamos besando. Ahora descubro, que cuando el fue a la cocina conmigo, era su intención besarme. Violó hasta sus reglas mas arraigadas con ese beso; en ese momento, no importó. Jamás lo vi con intenciones amorosas, ni siquiera sexuales; sin embargo, cuando me besó, sentí un estallido dentro, que me sorprendió y de repente quise quedarme pegada a sus labios.
Luego se arrepintió. Un mediodía, nos juntamos en un bar cerca de nuestro trabajo, y charlamos sobre lo que había pasado, la tensión reinante, y por sobre todas las cosas, charlamos sobre todas las dificultades que existían para que lo nuestro pueda ser real. - “Te quiero, y me importas, no quiero lastimarte o verte sufrir” dijo. Yo, todavía, estaba tratando de entender lo que me pasaba con él: “de donde salió todo este sentimiento? El no es ni ahí mi tipo de hombre, qué me pasa con él?” Mientras todos estos pensamientos chocaban dentro de mi cabeza, una cierta tristeza me invadía, aunque me daba cuenta que lo que decía, era la verdad: No podíamos estar juntos. No era nuestro tiempo, no había chance, iba a ser un completo desastre. Fin del tema.
Ambos de acuerdo, salimos del bar con la cabeza gacha. Nos abrazamos (un fuerte abrazo, con suspiro) y nos despedimos. Por la tarde, yo tenía que subirme al avión. Desde aeroparque le escribí algunas cosas (no quería quedarme con nada dentro), y nos volvimos a despedir. Era mejor dejarlo así.
Subí al avión pensando en si me estaba perdiendo de algo lindo, pero decidí dejarlo atrás y concentrarme en lo que tenía delante.
En el viaje me hice a la idea de que aquello, ese no sé qué, que surgió (yo pensaba) de manera accidental, iba a quedar en el recuerdo como “Lo que pudo haber sido, y no fue”: con muchos interrogantes, suposiciones, y sin nada que pueda decirme que podría haber pasado si nos dábamos la chance.
El día que volví, estaba nerviosa de volver a nuestro lugar de trabajo: de verlo, mas que nada. ¿Qué le iba a decir? ¿Cómo volver hablar comunmente, cuando tantas cosas interiores, al menos de mi parte, habían pasado? Me armé de coraje, e ingresé a las oficinas. La primera persona que vi, fue a él. Su rostro se cubrió de una gran sonrisa, y abrió sus brazos: estaba contento de verme. Luego me confesó que no me esperaba ese día, que se estaba preparando para verme días después, pero que para él fue una grata sorpresa verme pasar la puerta, y ahí me di cuenta, que nada de lo que me había dicho antes de mi viaje, seguía existiendo.
Nuevamente, empezó el coqueteo: charlas, miradas cargadas de intenciones, gestos cómplices. Todo comenzó a engancharme, a engancharnos, y una mañana, el me fue a buscar a la salida del subte. Lo vi muy nervioso, miraba el suelo, casi ni me miraba y me pregunté: ¿Para qué?. Sin embargo, antes de lanzar semejante pregunta, comencé hablar de cosas banales, para lograr despejar un poco la situación, y mis nervios también, ya que enfrente tenía a alguien que después de mucho tiempo, me estaba provocando cosas, de las cuales no sabía de que se trataban o bien que quería yo con él... Sabía solo que quería tenerlo cerca. En algún momento, desde el día que me fui, hasta esa mañana, mi necesidad de estar cerca de él, se hizo presente.
Ahí me di cuenta que estuvo pensando en lo que había sucedido, y que lo había llevado mas allá: pensó posibles escenarios, se dio cuenta de la imposibilidad de todo, y sin embargo, ahí estaba, caminando conmigo, tratando de convencerse de que estaba muy mal. Un gran error. Su acción me hizo dar cuenta de algo: su mente le estaba diciendo algo, que el resto de su ser no estaba tomando en cuenta.
Comencé a decirle que yo no sabía que era esto. No le estaba pidiendo nada, no sé que hacíamos ahí, ni siquiera sabía en qué momento esto había nacido, menos que menos, sabía adonde iba a ir. Sinceramente, hoy en día me doy cuenta, que pensaba en que era tan solo una aventura, y que iba a morir ahí.
Nunca me imaginé, con una mano en el corazón, lo que venía a continuación, y el tampoco. Completamente ignorantes de lo que sucedía nos lanzamos a un juego que rápidamente, se nos fue de las manos.
Esta es la primera parte, la introducción:
- Por qué me besaste? Tanto tiempo de conocernos, por qué en ese momento y no antes?
- Porque había “algo”.
- “algo”?
- Si, “algo”. Viste cuando no podes describir qué es, pero está ahí? Bueno, siempre estuvo ahí, solo que esa noche me animé. Estabas ahí, yo también, y la excusa fue el papel film.
Algo tan común, tan sencillo: papel film. Nunca recuerdo como fue la charla, ni tampoco recuerdo como nos terminamos besando. Ahora descubro, que cuando el fue a la cocina conmigo, era su intención besarme. Violó hasta sus reglas mas arraigadas con ese beso; en ese momento, no importó. Jamás lo vi con intenciones amorosas, ni siquiera sexuales; sin embargo, cuando me besó, sentí un estallido dentro, que me sorprendió y de repente quise quedarme pegada a sus labios.
Luego se arrepintió. Un mediodía, nos juntamos en un bar cerca de nuestro trabajo, y charlamos sobre lo que había pasado, la tensión reinante, y por sobre todas las cosas, charlamos sobre todas las dificultades que existían para que lo nuestro pueda ser real. - “Te quiero, y me importas, no quiero lastimarte o verte sufrir” dijo. Yo, todavía, estaba tratando de entender lo que me pasaba con él: “de donde salió todo este sentimiento? El no es ni ahí mi tipo de hombre, qué me pasa con él?” Mientras todos estos pensamientos chocaban dentro de mi cabeza, una cierta tristeza me invadía, aunque me daba cuenta que lo que decía, era la verdad: No podíamos estar juntos. No era nuestro tiempo, no había chance, iba a ser un completo desastre. Fin del tema.
Ambos de acuerdo, salimos del bar con la cabeza gacha. Nos abrazamos (un fuerte abrazo, con suspiro) y nos despedimos. Por la tarde, yo tenía que subirme al avión. Desde aeroparque le escribí algunas cosas (no quería quedarme con nada dentro), y nos volvimos a despedir. Era mejor dejarlo así.
Subí al avión pensando en si me estaba perdiendo de algo lindo, pero decidí dejarlo atrás y concentrarme en lo que tenía delante.
En el viaje me hice a la idea de que aquello, ese no sé qué, que surgió (yo pensaba) de manera accidental, iba a quedar en el recuerdo como “Lo que pudo haber sido, y no fue”: con muchos interrogantes, suposiciones, y sin nada que pueda decirme que podría haber pasado si nos dábamos la chance.
El día que volví, estaba nerviosa de volver a nuestro lugar de trabajo: de verlo, mas que nada. ¿Qué le iba a decir? ¿Cómo volver hablar comunmente, cuando tantas cosas interiores, al menos de mi parte, habían pasado? Me armé de coraje, e ingresé a las oficinas. La primera persona que vi, fue a él. Su rostro se cubrió de una gran sonrisa, y abrió sus brazos: estaba contento de verme. Luego me confesó que no me esperaba ese día, que se estaba preparando para verme días después, pero que para él fue una grata sorpresa verme pasar la puerta, y ahí me di cuenta, que nada de lo que me había dicho antes de mi viaje, seguía existiendo.
Nuevamente, empezó el coqueteo: charlas, miradas cargadas de intenciones, gestos cómplices. Todo comenzó a engancharme, a engancharnos, y una mañana, el me fue a buscar a la salida del subte. Lo vi muy nervioso, miraba el suelo, casi ni me miraba y me pregunté: ¿Para qué?. Sin embargo, antes de lanzar semejante pregunta, comencé hablar de cosas banales, para lograr despejar un poco la situación, y mis nervios también, ya que enfrente tenía a alguien que después de mucho tiempo, me estaba provocando cosas, de las cuales no sabía de que se trataban o bien que quería yo con él... Sabía solo que quería tenerlo cerca. En algún momento, desde el día que me fui, hasta esa mañana, mi necesidad de estar cerca de él, se hizo presente.
- Por qué estas tan nervioso? Solo estamos charlando.
- Esto, para mí, es traición. Me pone nervioso. Tengo mi situación, y no es algo que pueda resolverse mágicamente. Lo pierdo todo, TODO. Es muy difícil.
Ahí me di cuenta que estuvo pensando en lo que había sucedido, y que lo había llevado mas allá: pensó posibles escenarios, se dio cuenta de la imposibilidad de todo, y sin embargo, ahí estaba, caminando conmigo, tratando de convencerse de que estaba muy mal. Un gran error. Su acción me hizo dar cuenta de algo: su mente le estaba diciendo algo, que el resto de su ser no estaba tomando en cuenta.
Comencé a decirle que yo no sabía que era esto. No le estaba pidiendo nada, no sé que hacíamos ahí, ni siquiera sabía en qué momento esto había nacido, menos que menos, sabía adonde iba a ir. Sinceramente, hoy en día me doy cuenta, que pensaba en que era tan solo una aventura, y que iba a morir ahí.
Nunca me imaginé, con una mano en el corazón, lo que venía a continuación, y el tampoco. Completamente ignorantes de lo que sucedía nos lanzamos a un juego que rápidamente, se nos fue de las manos.
viernes, 24 de febrero de 2017
El (No quiero decirte) Adiós.
-
Fijate
que no se te haya quedado nada pegado...
-
Vos te
me quedaste pegada.
Ahí algo se
rompió. Algo que no se ve, pero que yo sentí que se rompió, y el también lo
sintió... pero por parte suya. Hoy rompí con él. No fue planeado, no fue
querido, fue lo conveniente. Si. Lo conveniente. Así de frío, así de injusto,
así de certero.
Lo nuestro
empezó como una aventura, pero en algún momento de todo esto, los sentimientos
vinieron a meter la cola.
Sabía de su
situación, nunca fui una engañada de eso; tal vez suponía que no iba a ser tan
fuerte, tal vez me creí a salvo, o no sé... Sinceramente, no sé que creí. Si te
puedo contar lo que sentí, porque eso lo tengo mas que claro: Sentí unas ganas
tremendas de besarlo todo el tiempo; me reí con él hasta que me dolieron los
cachetes; charlé con él de todo, de todos, sobre él, sobre mi; aprendí sobre su
mundo, y me encantó ser parte de él. Me encantó acurrucarme en sus brazos,
compartir duchas interminables llenas de mimos y de risas, sentí muchos
sentimientos creciendo dentro mío, y sentí como me “comía” su mirada cada vez
que nos cruzábamos. Me hizo cosquillas en el alma con todas las hermosas cosas
que me dijo: “Tenes el potencial de quemarme la cabeza” “Sabias que sos muy
linda” “Pienso en vos todo el tiempo: hasta el tiempo en el que duermo” y así
miles.
Como una
tonta, me fui enamorando: al punto de tener urgencia por él, ganas de besarlo
hasta que se cayesen los labios, abrazarlo y de alguna manera lograr que el
tiempo se detuviera en ese abrazo:
donde no existiese su situación, donde solo fuéramos nosotros dos, donde
pudiésemos sentir sin ninguna consecuencia.
La
realidad, por mala suerte, siempre se impone y todo lo que nosotros pudiésemos sentir,
no iba a ser bienvenido en nuestra realidad. Estuvimos abrazados, y lo escuche
decir: “me quedaría todo el día así... me quedaría así para siempre”
Pero no
tuvimos el siempre, y con todo el dolor del mundo, le tuve que decir que terminábamos.
El no quería, yo no quiero, y por dios que no pensé que podía llegar a dolerme
tanto. Hasta nuestro último saludo no dejamos de besarnos y de tocarnos, porque
sentimos tanto, el uno por el otro, que esto en este momento, me parece una
tremenda hija putez.
Esta fue
una tarde hermosa, y ahora tiene un sabor tan amargo. Lo llené de besos, le di
todas mis caricias, le dije todo lo que sentía y lo dejé ir. Ahora me encuentro
escribiendo esto, con la esperanza de que duela menos, pero sabes qué? Duele
como la puta madre.
Porque
estoy enamorada de él, y porque me quedé con muchísimo amor dentro. Ojalá no me
hubiese confiado tanto. Sentí su amor, sentí mi amor, y creí que podíamos
formar algo lindo... Perdón, formamos algo lindo; solo que fue imposible
mantenerlo.
Siempre
tendremos algo que fue nuestro, único, intenso y de mucho sentimiento... En poco tiempo, el se estará yendo de viaje,
Confío que la distancia algo hará con nosotros, no sé que... confío que sera
algo que nos convenga.
martes, 14 de febrero de 2017
Una Quimera como historia real.
- - ¿Oliste la almohada?
- - Sí, porque sentí el perfume, y fue casi un acto
reflejo.
- - Uffff… Estás perdida.
“pero con conciencia” me dije. O tal vez es eso
lo que estoy queriéndome hacer creer. Paso los días poniéndome límites, porque
todo lo que vengo viviendo es muy intenso. Sé que si no pongo el límite la
ilusión me va a ganar y me voy a decepcionar muy rápido. Tal vez necesite eso,
decepcionarme, y dejarme de hinchar las pelotitas con todo este tema. Haga lo
que haga me asaltan flashes de cuando estoy con él, y por momentos me siento
adolescente de nuevo y pienso que sería encantadora toda esta historia, si no fuera por los
detalles que la hacen terrenalmente cruda.
Es tanta la intensidad que se me hace difícil
el despegue, y estoy contando con ciertos artilugios del destino, para que me
separe el, porque yo no sé si voy a poder… Me acabo de dar cuenta, que cuento
con la imposibilidad de dejar. Me cuesta mucho dejar ir, pucha. Miedo a que
será, ¿no?
Otro día veré eso, ahora estoy con esto, que me llena mucho
las manos, el tiempo, los espacios. Muchas veces estoy trabajando, o haciendo cosas de todos los días,
cuando se me viene a la cabeza imágenes recordando nuestros encuentros,
entonces es cuando una avalancha de cosquillas me agarran, y tengo que
suspirar. También suspiro cuando recuerdo que él me mira a los ojos cuando me
besa, cuando agarra mi cara entre sus manos, me mira fijo y se sonríe, que le gusta hacerse el tonto y rozar mi mano de manera “accidental”, o
cuando me viene hablar de la nada misma, para poder estar un rato cerca.
Cuando
estamos cerca siento que somos dos imanes luchando para no pegarse el uno con
el otro, es ahí, cuando yo estoy por pegar el suspiro, que él me mira y esboza
una sonrisa cómplice que me lleva a sonreír también. La verdad es, que desde que todo comenzó, no puedo dejar de sonreír cuando estoy con él.
Lo que me gusta de esto, es que me tomó por sorpresa, porque
yo no sabía, ni me imaginaba que él era capaz de generar todo este mundo de
cosas en mí. Lo malo, es que es él quien me las genera, entonces debo atar
todos los sentimientos bien fuerte, porque si uno se me escapa, soy boleta, y
ahí me quiero ver…
No, mejor no.
Quienes saben de esto (llevarlo sola se me hace pesado) son
aguas divididas: Algunos me dicen que lo disfrute y hasta festejan que se me
haya despertado la parte sentimental de nuevo. Otros me dicen que huya sin
mirar atrás, y maldicen que se me haya despertado la parte sentimental. No
estoy ni un lado ni del otro, porque no se para dónde disparar. De su lado
siento cosas: la forma en que me mira, como me acaricia, como busca generar los
encuentros. A veces lo encuentro mirándome y sonriendo, me pregunto que estará
pensando, pero no me animo a preguntarle, porque es una caja de pandora que no
quiero abrir, aunque les reconozco que me mata la curiosidad. “El día se me hace
larguísimo cuando no te veo” me dice. Yo me río y lo cargo, nos reímos, pero
por dentro, solo tengo ganas de estamparle un beso porque me mata que me lo
diga.
Uf. Releí este párrafo y fue una quimera. Otra vez suspiro,
porque se me está haciendo difícil terminar de escribir esto. Escribo sin
pensar, siempre, luego releo y edito. Acá me parece que no voy a editar nada
porque me cuesta releer lo que estoy escribiendo.
No busqué esto, tampoco lo rechacé. No sé qué será que tengo
que vivir, aprender, o escarmentar con esta experiencia. Algo dentro me dice
que lo viva; tal vez sea mi estupidez, vaya una a saber. Cuestión: No sé nada
de nada, siento mucho de todo. Lo que sí, no tengo miedo, si siento que debo
ser muy precavida. También siento, que debo darme estas libertades de expresar
lo que me pasa, porque si lo trato de reprimir se vuelve más fuerte, y la
verdad es que el nivel de intensidad tan alto, me va hacer mal.
Estoy viviendo un día a la vez. No pienso en mañana, me
esfuerzo mucho por no hacerlo. Quiero disfrutarlo y espero tener la sabiduría
suficiente de saber cuándo sea el momento de irme.
Espero.
Cocki.
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domingo, 5 de febrero de 2017
El difícil arte de las citas
“Duro es el
camino, y sé que no es fácil” Decía Patricia Sosa en una de sus canciones, y
tranquilamente este fragmento se puede usar para describir la vida de una
soltera, hoy. Siempre existieron baches en la camino, aunque es verdad que para
muchas, el mundo de las citas es un arte que tienen dominado bastante bien. No
es mi caso, por mala suerte, y si bien podemos atribuir el fracaso a algunos
factores personales, la verdad es que muchos factores externos hoy nos juegan
en contra.
Hemos
recurrido, bastantes veces, a culparnos a nosotras mismas por no dar con el
tipo indicado, o salir exitosas de esta guerra sin cuartel, que es congeniar
con alguien. En realidad, permitime corregirme: Congeniar, congenia cualquiera;
mantener la conexión es lo mas difícil de todo.
La
paciencia es cada vez menos, y la vagancia, cada vez mas. Ya casi nadie quiere
hacer el esfuerzo, y ante la mas mínima señal de quilombo, la gente se corre
(salvo que seas yo) sin ningún miramiento.
Conocer
gente por tinder, hppn o alguna aplicación del estilo, está bastante
complicado, como las últimas noticias nos demuestran. Ir a conocer a alguien,
del cual no tenés ninguna info, confiando en el universo, en la suerte y
angelitos guardianes, es una ruleta rusa, que cada vez menos mujeres queremos
jugar. Conocer gente face to face tiene sus peligros también, entonces; ¿qué
nos queda?
Desde hace
un tiempo, a hoy, no uso ninguna aplicación y la gente que he conocido, con la
cual he salido, me la han presentado, la conocí por trabajo, o en alguna salida
nocturna. Te lo pongo en estadísticas: cada 10 salidas, conoces a uno potable.
Con el resto, tenés que hacer el super esfuerzo de no decepcionarte, pero te
traen a la realidad lo duro que está el mercado para las solteras, y mas aún,
si ya pasaste la edad de los 30.
Pasada esta
edad, la mayoría ya están ocupados, o bien hay que remarla en dulce de leche.
Algunos son maduros, otros no abandonaron el pañal mental. Nos manejamos con
extremos, y eso dificulta mas las cosas.
Ejemplo:
Hace un tiempo, salimos Manu, yo y nuestra amiga casada: Carla. Carla lleva 10
años casada, tiene un hijo, está super establecida. Con sus problemas, claro,
pero establecida. Ella siempre nos da lecciones de vida, porque nos quiere ver
bien, en pareja, felices, y cuando le explicamos lo difícil que está el tema,
ella creía que exagerábamos, hasta que salió con nosotras.
Fuimos a un bar las 3. Nos sentamos, y al lado nuestro, había una mesa con 3 muchachos; todos bastante monos, y charlando animadamente. En eso, uno de ellos, comienza hablarme y a tratar de entrar en nuestra charla. Lo lograron. Respondimos súper simpáticas, Manu salió con sus geniales ocurrencias (es muy capa Manu, te reís o te reís), Carla hizo preguntas como para conocerlos, y yo picoteaba entre ambas conversaciones. Todo bien, pero duró 10 minutos: al rato, empezaron a mostrar la hilacha. Comenzaron a mostrarse impacientes, se pusieron un poco agresivos, tan solo porque al parecer, nosotras íbamos demasiado lento para el gusto de ellos y así, como fácil vino la atención, fácil se fue. De una manera tosca, torpe y bastante infantil, los muchachos, borraron de un plumerazo la primera impresión que había resultado buena.
Fuimos a un bar las 3. Nos sentamos, y al lado nuestro, había una mesa con 3 muchachos; todos bastante monos, y charlando animadamente. En eso, uno de ellos, comienza hablarme y a tratar de entrar en nuestra charla. Lo lograron. Respondimos súper simpáticas, Manu salió con sus geniales ocurrencias (es muy capa Manu, te reís o te reís), Carla hizo preguntas como para conocerlos, y yo picoteaba entre ambas conversaciones. Todo bien, pero duró 10 minutos: al rato, empezaron a mostrar la hilacha. Comenzaron a mostrarse impacientes, se pusieron un poco agresivos, tan solo porque al parecer, nosotras íbamos demasiado lento para el gusto de ellos y así, como fácil vino la atención, fácil se fue. De una manera tosca, torpe y bastante infantil, los muchachos, borraron de un plumerazo la primera impresión que había resultado buena.
Carla se
quedó de cara. Sus palabras: “no puedo creer el nivel de idiotez”. Esbocé una
sonrisa, mientras Manu decía: “Viste Carla que no te mentíamos???!” Creo que
Carla, esa noche se compadeció de nuestro via crucis a la hora de conocer
alguien potable. Es una misión imposible estilo Tom Cruise, una ruleta, un/a (inserte aquí cualquier frase que sea
sinónimo de complicado)
Aún cuando
conoces a alguien, no significa que vaya a ser un paseo por el prado: Fátima,
hace UN AÑO, si, UN AÑO, que está con un muchacho, se llevan bien, son
monógamos, pero el muchacho no quiere ser llamado novio, ni conocer a su
familia, ni nada que signifique que están en un compromiso.
Así que ya
lo ves: Cada vez que te sientas mal por estar soltera, recorda que somos muchas
las que estamos atravesando lo mismo que vos, sufrimos, maldecimos, revoleamos
los ojos, igual que vos. No se donde está la cura, o que hay que hacer, que
usar, que decir, para que salga bien. Hace tiempo que estoy en esta montaña
rusa, y todavía no encontré la manera de bajarme. “Catadoras de boludos” dice
Manu que terminamos siendo, lo cual, me resulta muy gracioso, y de cierta
manera triste. El arte de conocer y conectar con alguien no debería ser
difícil, pero hoy en día entra en la categoría de deporte extremo, con cierto
riesgos de ACV emocionales.
Esta
carrera no es para cualquiera, solo para las mas valientes, y tengo confianza,
que esta valentía, esta paciencia, esta perseverancia, será recompensada con
creces.
Creo,
ansío, espero, confío.
Cocki.
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