Esta es la primera parte, la introducción:
- Por qué me besaste? Tanto tiempo de conocernos, por qué en ese momento y no antes?
- Porque había “algo”.
- “algo”?
- Si, “algo”. Viste cuando no podes describir qué es, pero está ahí? Bueno, siempre estuvo ahí, solo que esa noche me animé. Estabas ahí, yo también, y la excusa fue el papel film.
Algo tan común, tan sencillo: papel film. Nunca recuerdo como fue la charla, ni tampoco recuerdo como nos terminamos besando. Ahora descubro, que cuando el fue a la cocina conmigo, era su intención besarme. Violó hasta sus reglas mas arraigadas con ese beso; en ese momento, no importó. Jamás lo vi con intenciones amorosas, ni siquiera sexuales; sin embargo, cuando me besó, sentí un estallido dentro, que me sorprendió y de repente quise quedarme pegada a sus labios.
Luego se arrepintió. Un mediodía, nos juntamos en un bar cerca de nuestro trabajo, y charlamos sobre lo que había pasado, la tensión reinante, y por sobre todas las cosas, charlamos sobre todas las dificultades que existían para que lo nuestro pueda ser real. - “Te quiero, y me importas, no quiero lastimarte o verte sufrir” dijo. Yo, todavía, estaba tratando de entender lo que me pasaba con él: “de donde salió todo este sentimiento? El no es ni ahí mi tipo de hombre, qué me pasa con él?” Mientras todos estos pensamientos chocaban dentro de mi cabeza, una cierta tristeza me invadía, aunque me daba cuenta que lo que decía, era la verdad: No podíamos estar juntos. No era nuestro tiempo, no había chance, iba a ser un completo desastre. Fin del tema.
Ambos de acuerdo, salimos del bar con la cabeza gacha. Nos abrazamos (un fuerte abrazo, con suspiro) y nos despedimos. Por la tarde, yo tenía que subirme al avión. Desde aeroparque le escribí algunas cosas (no quería quedarme con nada dentro), y nos volvimos a despedir. Era mejor dejarlo así.
Subí al avión pensando en si me estaba perdiendo de algo lindo, pero decidí dejarlo atrás y concentrarme en lo que tenía delante.
En el viaje me hice a la idea de que aquello, ese no sé qué, que surgió (yo pensaba) de manera accidental, iba a quedar en el recuerdo como “Lo que pudo haber sido, y no fue”: con muchos interrogantes, suposiciones, y sin nada que pueda decirme que podría haber pasado si nos dábamos la chance.
El día que volví, estaba nerviosa de volver a nuestro lugar de trabajo: de verlo, mas que nada. ¿Qué le iba a decir? ¿Cómo volver hablar comunmente, cuando tantas cosas interiores, al menos de mi parte, habían pasado? Me armé de coraje, e ingresé a las oficinas. La primera persona que vi, fue a él. Su rostro se cubrió de una gran sonrisa, y abrió sus brazos: estaba contento de verme. Luego me confesó que no me esperaba ese día, que se estaba preparando para verme días después, pero que para él fue una grata sorpresa verme pasar la puerta, y ahí me di cuenta, que nada de lo que me había dicho antes de mi viaje, seguía existiendo.
Nuevamente, empezó el coqueteo: charlas, miradas cargadas de intenciones, gestos cómplices. Todo comenzó a engancharme, a engancharnos, y una mañana, el me fue a buscar a la salida del subte. Lo vi muy nervioso, miraba el suelo, casi ni me miraba y me pregunté: ¿Para qué?. Sin embargo, antes de lanzar semejante pregunta, comencé hablar de cosas banales, para lograr despejar un poco la situación, y mis nervios también, ya que enfrente tenía a alguien que después de mucho tiempo, me estaba provocando cosas, de las cuales no sabía de que se trataban o bien que quería yo con él... Sabía solo que quería tenerlo cerca. En algún momento, desde el día que me fui, hasta esa mañana, mi necesidad de estar cerca de él, se hizo presente.
- Por qué estas tan nervioso? Solo estamos charlando.
- Esto, para mí, es traición. Me pone nervioso. Tengo mi situación, y no es algo que pueda resolverse mágicamente. Lo pierdo todo, TODO. Es muy difícil.
Ahí me di cuenta que estuvo pensando en lo que había sucedido, y que lo había llevado mas allá: pensó posibles escenarios, se dio cuenta de la imposibilidad de todo, y sin embargo, ahí estaba, caminando conmigo, tratando de convencerse de que estaba muy mal. Un gran error. Su acción me hizo dar cuenta de algo: su mente le estaba diciendo algo, que el resto de su ser no estaba tomando en cuenta.
Comencé a decirle que yo no sabía que era esto. No le estaba pidiendo nada, no sé que hacíamos ahí, ni siquiera sabía en qué momento esto había nacido, menos que menos, sabía adonde iba a ir. Sinceramente, hoy en día me doy cuenta, que pensaba en que era tan solo una aventura, y que iba a morir ahí.
Nunca me imaginé, con una mano en el corazón, lo que venía a continuación, y el tampoco. Completamente ignorantes de lo que sucedía nos lanzamos a un juego que rápidamente, se nos fue de las manos.
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