Intimidades de una cualquiera

lunes, 22 de febrero de 2016

El remolino

Hay un dicho que dice que cuando quedas atrapada en un remolino, no tenés que luchar, tenes que dejar que solito el remolino te vomite del otro lado, porque si luchas, lo más seguro es que el remolino gane… A veces también te ahogas, pero bueno, vamos a quedarnos con la primera parte, que nos convoca para este escrito.

He venido pensando mucho en esto, y como han podido notar he estado desparecida. Mi vida es un bardo. Ni más, ni menos. Vivo a mil, y las pocas veces que tengo libre no soy de sentarme en mi máquina, sino que escribo en un cuaderno que oficia de diario íntimo. Busco, como busqué siempre, un poco de resolución vidal (inventemos palabras), ya que como viene mi vida hoy en día, detenerme a pensar o ver, lo considero un privilegio.
Una de las cosas que estoy masticando, es la gran cantidad de tareas que tengo hoy en día. Varios trabajos free lance, más mi trabajo. Cuando alguien me pregunta si estudié para esto, con cierta vergüenza, y un poco de orgullo, digo que no, que me sale naturalmente. Claro, la gente que me pregunta esto, no está acostumbrada a verme tan activa, más bien aletargada. Entonces,  de golpe, verme entre tantas cosas y que mi frase de cabecera sea: “no tengo tiempo” los sorprende un poco.

Entre tantas cosas, he dejado de salir tanto. No es fácil, a mi edad, con un círculo íntimo ya asentado, ser la oveja descarriada. Hay días en que esto me pesa, hay otros en los que agradezco. Todavía no me pongo de acuerdo en cuál es mi verdadero sentir con respecto a esta situación. Disfruto mucho de pasar un domingo sumergida en mi sillón viendo algún programa cholulo, o películas de acción.

A veces, algún consolador con Dni pasa la noche, y cohabitamos medio domingo, pero realmente prefiero que no se queden a dormir, me gusta esto de despertar sin obligaciones, en paz. Si, ya sé, no es una linda manera de llamarlos, pero ¿saben qué? Tampoco es tan grave. A ellos los llamo por su nombre, no se preocupen.

Hay días que la soledad me pesa como un yunque acme colgado al cuello, pero creo que no es casualidad que me encuentre en este viaje: Cada dos por tres, hay alguna cosa que me sacude el cerebro. Entender que cosas me llevaron al camino que transito hoy, que cosas de mi accionar tienen que cambiar, y que cosas tengo que aprender de mi vieja relación.
¿Mi ex? No sé. No nos interesa.  Supongo que casado y con un pibe en la facultad. Lo que sea, que sea feliz y se lo coja una perdiz.

Estoy evolucionando, hacia otra manera de vivir, de ver las cosas, de sentir. Todo esto lleva laburo. Todo esto, lo tengo que hacer sola, de una manera callada, quieta, introspectiva. Buscando el apoyo en mi misma, dialogando, escuchándome, saliendo a flote por mis propios medios y no usando a un pobre cristiano como salvavidas.

Es por eso que me leen poco. No digo adiós, ni mucho menos, pero creo que vale la pena escribir cuando algo transcendental suceda.


Como el descubrimiento de uno mismo. Que no es poca cosa. Vamos a ver si el remolino me saca a flote.

Gracias por pasar! Te espero nuevamente.