Intimidades de una cualquiera

jueves, 9 de abril de 2015

No hay domingo que dure 100 años... Ni mujer que lo resista.

Dibujo de Alejandra Lunik
Domingo. De existir algo muy temido por la humanidad, no serían los zombies, sería una semana llena de Domingos. Sobre todo cuando te quedas soltero, después de haber compartido casi 300 domingos junto a alguien. Al terminar,  de golpe te encontrás con TODO el tiempo del mundo y con TODO un DOMINGO para vos. 
No cualquiera puede llevar semejante peso en la espalda. Venía acostumbrada a oficiar de novia los fines de semana. Como dije antes, con una rutina establecida, y ni te explico lo aceitado que teníamos los Domingos, casi un W40 de tan bien que funcionaba la rutina.

Con una mano en el corazón, voy a reconocer, que nuestros domingos eran casi siempre iguales, y sin demasiada novedad, pero bueno, no solo estaba estúpidamente enamorada del pibe (nos la pasabamos comiendo, durmiendo y lo "otro"... je), sino que era nuestro día sin interrupciones para estar juntos. Entonces, tontita como estaba, me amoldaba a sus preferencias.

Si. Fui tonta. No me voy hacer la gansa. Pero el mea culpa lo dejamos para mas adelante. En algún momento de este blog, me voy hacer cargo de las cosas en las cuales me mandé un moco.

Sigamos: Durante el primer tiempo de mi ruptura, mis amigas no me dejaban ni a sol ni a sombra. Mas allá de la soledad que me generaba el domingo, el pibe me había dejado un domingo, así que imaginate, cada vez que llegaba un domingo se me quería tirar de la terraza mas alta de Buenos Aires. Y si llovía, Ay, virgencita de guadalupe, como me deprimía, porque OH! casualidad, el día que me dejó, no solo era domingo, sino que llovía tipo como para ir armando el arca de Noe y ENCIMA hacía frío.

De verdad les digo, si sobreviví a tan deprimente ruptura, me pueden mandar a la guerra mas sangrienta que soy capaz de ganarla sola.

Esto duró un considerable tiempo, hasta que, claro, mis amigas se hincharon los ovarios. Me pusieron la mano en el hombro, una de cada lado, y me dijeron: "Cocki, hasta acá llegamos. Te toca hacerte cargo."

Miercoles... con la comidad que tenía en el papel de celeste siempre celeste. Ufa. Bueno.

Eso fue un sábado. A la noche salimos, y cuando me acosté, me quedé mirando el techo, abrazando fuerte al perro (casi lo asfixio) pensando en que cuando me despertara iba a ser domingo. Fue tanto el panic attack, que pareciera que mas que un día, el que iba a llegar era Freddy Krueger para hacerme feta de jamón.

No se escuchaba ni un grillo en la noche. Los silencios pueden ser muy incómodos cuando no está feliz en la propia piel. Atiborrada de pensamientos me fui durmiendo, y exactamente a las 11:30 AM, el domingo me encontró.

Me levanté con un nudo en el estómago. Saludé a mi perro con abrazos, y procedí a bañarme como todas las mañanas. Me preparé el mate y me senté en el patio a disfrutar de mi desayuno.

Mientras mateaba, tiraba alguna lágrima para no perder la costumbre del duelo doloso, hasta que en un momento, me detuve a observar a mi perro:

Estaba abierto como un pollo, tirado al sol, respirando tan pero tan pacíficamente que imposible no contagiarse de ese estado tan zen. Levanté la vista, y miré hacia arriba. Por primera vez, esa mañana, estaba VIENDO: el sol brillaba tremendamente, hacía calorcito, los pajaritos cantaban y ninguna vieja se levantaba... Y la realidad me golpeó muy fuerte: ERA LIBRE. Después de años, tenía un día donde podía hacer lo que se me venga en absoluta gana: Ir, venir, quedarme, morsear, andar en paños menores, cambiarme, jugar al congelado, lo QUE QUIERA. Era libre y no tenía a quien rendirle cuentas de nada, ni siquiera amoldarme a los planes de nadie. Al fin, podía amoldarme a mi misma.

No mas angustias, no mas peleas, no mas dudas, no mas engaños, no mas excusas, ya nada malo existía en mi humilde morada (la externa y la interna).

Ahí estaba: La oportunidad de vivir mi vida a pleno, o seguir llorando y marchitandome por alguien que no valía ni 1 Austral.

Agité la cabeza y salí eyectada de mi silla como si tuviese un resorte en el upite. Me cambié, agarré lo necesario para pasar el día afuera, preparé al perro, tomé las llaves de auto y me fui a pasar mi día a Palermo. Estaba feliz. Este domingo era mío, y lo estaba dominando like a champion.

Llegamos a destino. Mientras mi perro jugaba y definía su sexualidad con otros perrunos que estaban por ahí, yo me encontraba tirada al lado del lago, escuchando una música maravillosa, recibiendo de febo un exceso de vitamina D y con una sonrisa tatuada en la cara.

Si. La ruptura había sido mas que beneficiosa. Me había liberado. Realmente ya no sentía ese peso que me cerraba el pecho. Como dije antes, me sentía libre.

El corazón es como una masa de plastilina, capaz de tomar miles de formas, según el estado de ánimo, la persona que lo conquiste, los sentimientos que experimentemos, del dolor que nos causen... Aún cuando se "rompa" puede volver a unirse, adquirir una nueva dimensión, y así como la plastina, lo roto ni se va a notar y pronto nos olvidaremos de que alguna vez eso sucedió... O al menos no nos va afectar tanto.

Mientras filosofaba mentalmente de tal manera que Sócrates se hubiese sentido apabullado, mi celular no para de recibir mensajes de gente preocupada por saber como me sentía, como estaba... Claro, tenían miedo que hubiese hecho la gran Alfonsina Storni en el riachuelo.
A todos les contesté lo mismo: "Estoy perfecta". Lo decía muy sinceramente. Me hubiese gustado agregar: "estoy volviendo a ser quien era, pero en una versión mucho mejor"

Me lo guarde. Mas que hablar, muchas veces es mejor demostrar.

Listo. Conquisté los domingos. A partir de ese día tengo, un sinfín de experiencias por vivir, miedos por vencer, y desafíos por ganar. Me paré y puse mis brazitos en jarra, pose heroína (recomiendo hacerlo, al menos 5 min por día o antes de algo importante... No saben como los potencia. De verdad. Lo juro) "Vida, prefiero estar en el tope antes que sobre mis rodillas. Nací para conquistar, y no voy aceptar una derrota mas"

Claro que lo dije para mis adentros, ya con la pose debo haber parecido bastante loca.

Experimentaba y experimento, felicidad absoluta, como los perros cuando sacan la cabeza por la ventanilla. Si, seguro que en medio del disfrute, capaz te comes sin querer algún bicho, pero vas a seguir siendo feliz, porque, ¿sabes qué? Estas disfrutando de manera completamente consciente. Nada puede en contra de eso.

Ahora, cuando llega los domingos, soy una persona feliz, que si quiere sale, que si no, no… Que disfruta… De los domingos, de si misma, de su sentir y de todo aquello que la vida tenga para ofrecer.

Estoy viviendo a pleno, y no pienso hacerlo de otra manera.


Cocki Sarli.

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