Intimidades de una cualquiera

martes, 19 de mayo de 2015

Sporty Guy



Si hay algo que no tengo, es ni un ápice de vida sana en  mi existencia.
Me gusta comer, soy sedentaria, tomo alcohol, y amo lo dulce... Una especie de Homero Simpson pero sin la parte amarillo hepatitis y con cabello.
Sigo insistiendo que tengo una genética piadosa, porque carezco de celulitis y de panza extrema, teniendo en cuenta todas las porquerías que ingiero, pero intuyo que a medida que pase el tiempo, la genética se va a hinchar las cellas y me va a dejar en banda.

Genética, por favor, teneme paciencia, ya me voy a poner las pilas (prometió la mentirosa un millón de veces).

Con esta introducción aclaratoria podrán entender mi duda de aceptar al  chico sporty...
¿Dónde lo conocí? En una tienda de deportes, claro, pero antes que se ilusionen, me encontraba comprando unas zapatillas para hacer facha y él un nuevo conjunto para entrenar. Claro que me hice la loca y le dije que entrenaba todos los días, rogando por dentro que mi flacidez brazaquial no delate mi mentira. 
Charlamos, y cuando terminamos de comprar las cosas, él me invitó a tomar un café, el cual, acepté. Mientras charlábamos, descubrí porque lo nuestro no iba a funcionar: el detesta el alcohol... Yo, lo amo. ¿Qué es un invierno sin vino? ¿Un verano sin cerveza? ¿Una primavera sin mojito o un otoño sin cinzano? ¿Acaso existe otro café que no sea el irlandés? 
Bueno, en la vida de él no existía nada de eso... Solo agua, jugos y gaseosas... Desde mi punto de vista, el aburrimiento total. Aparte, seamos sinceros, ser la alcohólica de la pareja no es algo que quiera... Quiero alguien que se alcoholice conmigo. Pero bueno, como soy RE buena, y porque se lo prometí a mis amigas, le di una oportunidad. (Ellas dirían que la oportunidad me la estoy dando yo... no nos ponemos de acuerdo en ese punto)
Luego del café nos pasamos nuestros números y durante la semana seguimos nuestra charla por whatsapp.
Vuelve a invitarme a salir, pero esta vez me propone algo diferente: que vayamos a tomar mate al parque el fin de semana.
Quise morir. Justo me propuso todo aquello de lo cual soy anti: la tarde, la gente, un parque. Pertenezco a la noche, casi soy ermitaña y prefiero el vino o la cerveza. Tengo miedo de que el sol me queme. Ahora que lo pienso, estoy mas cerca de convertirme en vampiro que en una humana hecha y derecha. 
Pero recuerden que estoy implementando el ser buena, así que acepte.

¿Por qué (me) hago estas cosas? Ni que fuera masoquista. Dejen, no digan nada. 

Llegó el domingo..Mientras preparaba el mate (habíamos quedado que yo llevaba el mate y él algo para comer), me cuestionaba porque había aceptado la salida... Si, era buen pibe, pero eramos tannnnn diferentes, que no veía como iba a funcionar. No creo mucho en el tema de los opuestos y la verdad, no tenia ganas de poner mis teorías a prueba.
Tenía un mal domingo. Un poco melancólico, había dormido poco, y estaba hormonal. Mi estado era radioactivo.
Pensé en cancelar a último momento. No lo hice porque el se venía desde muy lejos y porque tampoco tuve una excusa muy buena para implementar, porque si vas a quedar como el upite al menos que sea presentando una excusa irrebatible.
Llegue 40 minutos tarde al lugar. Lo mas gracioso, es que vivo a un par de cuadras del parque. Eso denota las pocas ganas que tenía ¿no? Cuando llegué me miraba medio caraculico (con razón). Le había avisado que llegaba tarde, pero bueno, no debe caer en gracia 40 minutos. 15 zafan, 40 es un escupitajo en la cara. Venía pinchada y su caraculismo me puso peor. Su vestimenta: toda sport. Tenía la duda si se iba a poner a correr o iba a tomar mate. En cambio, yo, me había vestido como para ir a un bar; y estaba en un parque, a las 5 de la tarde. O sea, no entendía nada de ese estilo de vida, claramente.  Sin embargo sonreí... Él no tenia la culpa de mi yeguez ese domingo.

Empezamos a buscar un lado donde sentarnos. Sin siquiera mirar, elijo un lugar cualquiera, tenía tan pocas ganas de estar ahí... Miraba a mi alrededor, gente haciendo malabares, niños corriendo, usando la pelota como misil nuclear, gente hablando a los gritos, músicos, músicos por todos lados, gente haciendo batucada... Un exceso de ruido tal que me daban ganas de salir huyendo.
Nos sentamos (hasta llevé mantita. Si, ni yo me la podía creer). El divino me muestra lo que trajo para comer: Churros bañados en chocolate. Listo, eso me subió un poco la moral. No era tan estricto. Empezamos a tomar mate, me cuenta mas sobre él: Trabajaba de personal trainner (escribir me requiere estar sentada muchas hs al día... 0 gym), se levanta todos los días a las 6 de la mañana (muchas veces, ese es mi horario en el cual me voy a dormir), no toma (yo tomo hasta el agua de los floreros), no fuma, ni siquiera marihuana (bueno... cof cof), no sabe lo que es vestirse con otra cosa que no sea ropa de gimnasia (eso en mi closet NO existe), no come chocolate (¿eh? ¿qué? No es humano este cristiano), ama el mate, el aire libre, y odia salir de noche (yo tomo licor, yo tomo cerveza, y me gustan los chicos, la cumbia me divierte y me excita. Salgo a caminar, recorro boliches y me pierdo en las noches. Vivimos cosas buenas junto a mis amigas... Gracias amar azul, por tanto)

No coincidíamos en nada. Estábamos en un mismo espacio, creo que por obra y gracia del espíritu santo, o un mero accidente. Me quería ir. No sabía como hacer. Mientras hablábamos sentía un olor a caca impresionante. Me extrañaba que él no dijese nada, porque era muy notable. Mientras charlabamos, yo buscaba incansablemente el origen de tanto olor. En eso, le llega un mensaje de un amigo: La madre de otro amigo, acababa de morir. Me lo cuenta. Después de verme a mí, se iba a un velorio. Encuentro el causante del olor a caca. Estábamos sentados sobre un sorete. Manta de por medio, pero un sorete al fin.

Basta para mí. Basta para todos.

Me levanté, otro mas que iba a dejar colgado. Mi síndrome de estampida se estaba haciendo costumbre. Le dije que vaya con su amigo, que me parecía que era lo que correspondía, aparte yo tenía que hacer cosas (nunca dije que... no se me ocurrió). Me ofrecí acompañarlo a tomar el colectivo. Si, ante todo, una caballera. Llegamos a la parada, él seguía charlando, yo seguía queriendo salir corriendo. Vi venir el colectivo que le correspondía, como a 10 cuadras, le dije: "Ahí viene, me voy" Se me acercó como para darme un beso. Las pocas ganas, la madre muerta, el sorete, el mate, la tarde, las diferencias, la capa de ozono, los pingüinos de la Antártida, todo era causal para que yo no tuviese ni ganas de un pico. Me hice la reverenda tonta, le di un beso en la mejilla, y me fui por donde sale el corcel, cuando aparece la luna.
Nunca mas lo vi. Me habló un par de veces, hasta que un día se rindió y me mandó a freír churros. Lo bien que hizo. Que rico... Churros.

Moraleja de la historia: Cuando no tenés ganas, no lo hagas. Cuando las cosas no van, no van. Las cosas no se pueden forzar. Es como forzar un pedito, si haces mucha fuerza, lo mas posible, es que te cagues. Por ende, si no fluye, no la cagues.
Aprendan de Cocki.

Y sepan, que no soy gordita... Solo estoy rebalsando de amor. El gym puede esperar.

Cocki Sarli.

1 comentario:

  1. Muy buena!
    Te encontré por Ukelelo.com (Pasó una noche) y obvio me puse a leer desde el comienzo, claramente lo merece ;)

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Gracias por pasar! Te espero nuevamente.