Intimidades de una cualquiera

martes, 28 de febrero de 2017

Nudo (II parte)

Si lo pensaba, hubiese creído que estaba imaginando cosas. Si alguien me lo contaba, lo mas seguro es que me hubiese reído. La cuestión es que nunca pensé sentir semejante atracción, tanta química, con alguien que se alejaba kilómetros de lo que es mi tipo de hombre... Si es que tengo uno. Jamás estuve con alguien como él, y en todos los años que conozco, como dije anteriormente, nunca pensé en él de manera sexual o amorosa. 

Nuestros encuentros empezaron siendo, mas que nada, con tintes sexuales. Recuerdo sus palabras el primer día que nos encontramos para tener sexo, casi a modo de escudo inviolable a prueba de titanes: “ Vos sabés mi situación, y no te puedo prometer nada, mas que esto. No podemos tomarlo en serio. Es lo que es” Y mientras lo decía, la mano le temblaba terriblemente. Estábamos sentados uno bien lejos del otro, mirándonos intensamente, los dos nerviosos, el temblando, yo pensando a una velocidad que pensé que me iba a fritar el cerebro.

Entendí lo que él me decía, y dentro de mi cancherismo, pensé que la aclaración estaba de mas. “No sé porque aclara, si yo no quiero nada mas”, pensé. En un momento, el se acercó, y comenzamos a besarnos, y es así como la urgencia se apoderó de nosotros. Estuvimos juntos, y no recuerdo haber tenido un encuentro sexual tan explosivo como ese. Todo era intenso, perfecto, con fuegos artificiales. Nos besábamos perfecto, sus caricias me erizaban todas las células del cuerpo y era tanta, pero tanta la atracción, que simplemente, cuando terminábamos, teníamos que volver a empezar.

Luego de eso, nos bañamos juntos. La ducha es un momento de gran intimidad, y no se comparte con cualquiera, con él sin embargo, me quería quedar horas. Nos acariciábamos, nos besábamos, el me lavó la cabeza de una manera tan dulce, que creo que jamás mi cabello quedó mejor. Así fuimos estableciendo un lazo, y a lo largo de nuestros encuentros, la intimidad se hacía cada vez mas fuerte, mas profunda, mas “peligrosa”

Se nos hacía cada vez mas difícil disimular nuestra atracción mutua. Nos comíamos con la mirada, planeábamos encuentros tan solo para poder darnos un beso. Chateabamos casi todo el día, haciendo nuestras conversaciones cada vez mas profundas, y cuando me quise dar cuenta, los sentimientos habían nacido, tanto de su lado, como del mío.

Si bien la pasión seguía existiendo, la misma comenzó a mezclarse con ternura y complicidad. Me llevó a mostrar mi lado mas vulnerable, a mostrarle a él lo bien que me hacía sentir, y trataba de devolverle todo ese bienestar mimándolo, preocupándome por él, y todas esas cosas lindas que nos nace cuando el querer empieza aparecer. Mi voz se suavizaba cuando hablaba con él, su mirada intensa me daba timidez y sentía que me ruborizaba cada vez que él me miraba. Y ni hablemos de la vergüenza casi infantil que me nacía a la hora de expresarle cosas que sentía. Ojo, expresaba superficialmente; porque aquello que me hacía cosquillas en el pecho, y me elevaba la temperatura corporal, lo mantenía para mis adentros, tan solo por tener miedo a expresarlo, ya que no sabía o mejor dicho, no quería ir mas allá.

De golpe, me di cuenta que lo extrañaba cuando no estaba con él. Me vi forzando tiempos para poder estar aunque sea un rato mas con él, o poder charlar con tranquilidad. Nos veíamos un rato antes de entrar a trabajar para tan solo tener un momento para nosotros, y sacábamos tareas en conjunto inexistentes para estar un poco mas cerca. Hasta cuando caminábamos, al no poder tomarnos de la mano, nos rozábamos los brazos, para al menos así, estar un poco mas cerca.

Complemente imperfecta, con magia y única. No sé si alguno de los dos estaba preparado para todo esto que nos pasó. Los dos nos dejamos llevar. Si bien, una sabe (y por dios, como lo repiten los de afuera) que el final puede ser malo, también sabemos que no todos los finales están escritos de manera determinante. Así como la relación me sorprendió, también podría sorprenderme el final. Así que si, en el fondo guardaba una cierta esperanza de que esto pudiese ser diferente, y que íbamos a poder brindarnos en algún momento todo lo que sentíamos con total libertad.

Elegí creer. Toda la situación me generaba ganas de creer, la forma en que me sentía desde que empecé a estar con él me daban ganas de creer. Verme tan... sentimiento, me inspiraba a creer. Recibí miles de palabras de desaliento, que entiendo que en su momento venían con la intención de protegerme, pero hasta cierto punto, lo sentía tan frío a esos consejos, y sentía que no estaban viendo todo lo que me inspiraba y como me ponía desde que estuve la primera vez con él. Mi parte lógica insistía en ver mas allá y me hacía dar cuenta que iba a llegar un momento en que se iba a convertir en algo insostenible, pero aún así, guardaba, lejos de cualquier escepticismo o comentario negativo, el sueño de que la historia podría darse vuelta.

Comencé a imaginar viajes a su lado, a paisajes hermosos, donde pudiésemos estar solos, tranquilos, compartiendo, siendo nosotros. Así fue como me di cuenta lo enamorada que estaba de él. Trataba de mantener la cabeza fría, aunque la verdad era que ya era tarde: estaba entregada. Dejé de ver el peligro:  me aventuré a vivir todo lo que sentía, a disfrutarlo, y lo dejé crecer, quise dejarlo crecer.

Recuerdo cuando me dijo: - Pienso todo el día en vos. Te extraño, y a veces el extrañarte, me genera angustia. Es complejo que nos estemos extrañando. Sos muy linda, sabías? Tenes el enorme potencial de estallarme la cabeza.
Me hablaba y me acariciaba. Llenaba de besos toda mi cara. Me besaba y sonreía. Me abrazaba fuerte y me besaba la frente.
Así como yo era, para él era perfecta, y me lo demostraba. Era tanto lo que recibía de su parte, que me dejé envolver, y deseaba, uf, como lo deseaba, sentir eso todo el tiempo.

Estábamos desnudando el alma, estábamos siendo muy íntimos. Ya había, de alguna manera, pleaneado nuestro final, pero ante todo esto, guardaba la esperanza de que ese final se disolviera y que nosotros pudiésemos vivir nuestra historia, lo que teníamos ganas de brindarnos.

La cabeza, se había desconectado del corazón.


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